jueves, 20 de julio de 2017

Relatos de un follador errante por tierras ceutíes


La primera vez que fui a Ceuta tenía apenas una decena de años, así que era muy pequeño para darme cuenta de la belleza de aquel lugar y de sus gentes. Para mí, era un sitio extraño a donde mis padres se habían empeñado en ir aquel verano, y para colmo terminaron comprándose un pisito a pie de playa, con lo cual entendí que no sería la última vez que pasaríamos allí una temporada. Y no me equivoqué, mi madre acabó siendo una enamorada de la ciudad, y como somos del sur de la península, no teníamos más que  coger un ferry para estar allí en un par de horas. Así que como a la fuerza obligan, siempre digo que si me gusta este lugar, es porque no me quedó más remedio.

Pero cuando hubieron pasado unos cuantos de años, eso de la fuerza ya no fue necesario, porque a esa edad empecé a descubrir las verdaderas bellezas de esta tierra, que no eran precisamente paraje naturales, sino sus mujeres. Claro que en aquellos momentos yo tampoco es que fuera muy exquisito, pero me parecía de puta madre volver a casa contando a cuántas chicas ceutíes me había ligado en la playa, con cuantas me había enrrollado, y si había habido alguna a la que me llevara al huerto (siempre solía añadir alguna cifra más a la real, aunque eso ahora que quede entre nosotros, jeje).

Y ahora puedo decir que gracias a las hembras de Ceuta y sus alrededores, esta ciudad autónoma ha conseguido engancharme, y hasta enamorarme. Con el tiempo acabé por quedarme el piso de mis padres, que ya no vienen tanto, y lo he convertido en mi picadero oficial. A veces vengo con compañía desde la península, porque a las tías les pone bastante eso de venirse a África a tener sexo; pero si no es posible, creedme que no es tan difícil encontrar a una chica salida en Ceuta: sólo hay que saber dónde buscar, y cómo entrarles.


Las mujeres ceutíes tienen fama de difíciles, pero si se sabe cómo entrarles, uno se las lleva de calle al fin, y tened por seguro que a la hora de follar, no tienen nada que envidiarles a las de otros lugares de España. Porque, al fin y al cabo, ¿no son también latinas de pura cepa? Y con sangre árabe, además.

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